Pedro M. tenía una tienda de material informático en Bembibre y la tuvo que cerrar en julio de 2009. Antonia L., de Fabero, regentaba un bar, decían que se comía bien allí, pero no resistió la crisis y lo cerró el pasado enero. Juan A., administrativo de un almacén de materiales de construcción de Toreno, pasó al desempleo en octubre de 2009. María Encina G.A., abogada, trabajó un tiempo en un bufete de Ponferrada. Llevaba divorcios pero la despidieron porque la gente se divorcia menos con la crisis.
Laura C. no pudo ir a estudiar a Salamanca porque su padre, ingeniero de Obras Públicas, se fue al paro inesperadamente cuando se cancelaron unas obras que había previsto el Ministerio de Fomento. Ramón S., anciano de Villafranca, se quedó sin el apoyo de su asistenta colombiana porque su hijo, que era quien le pagaba, ha visto cómo se han reducido drásticamente los ingresos de su taller. Marta M., de Cacabelos, perdió su trabajo de funcionaria interina porque también la crisis llegó al sector público.
Todas estas personas se han ido al paro mientras aún parece que la guerra civil y el ataque irresponsable a la transición política son los temas capitales de la sociedad española contemporánea. Así lo pretenden algunos.
Todas esas personas nunca percibieron subvenciones y sus trabajos no tuvieron otra épica que la del esfuerzo, la ilusión y el buen hacer. Con muchas horas y poco sueldo o poca ganancia.
Todos esos trabajadores no cortan carreteras. Pero también es cierto que quienes las cortan están siendo utilizados oscuramente por personas muy conocidas. El impago del salario de su duro trabajo es una desvergüenza y un drama. Y puede que algo más. Todo ello al margen de que haya sectores económicos que no parecen tener mucho futuro, una situación muy difícil que habrá que abordar con rigor, inteligencia y valor. Palabras que, por otra parte, le suenan a chino a Pedro L., Antonia M., Juan A. y a tantos otros.
Evidentemente, una cosa es el griterío de los gerontócratas sindicales de la tribuna de Rodiezmo, que llevan casi cuarenta años viviendo del dinero público y del puño en alto y otra los miles de bercianos que se van al paro, a solas y en silencio, día a día, noche a noche.
Otros mineros
12/09/2010
La Gaveta | César gavela