Un aeronáutico colado por las células madre
Un joven ingeniero ponferradino investiga en EE.UU. fórmulas mecánicas aplicables a la biomedicina
11/10/2009
- El joven investigador ponferradino Manuel Gómez, en una foto tomada en el campus de La Jolla.
¿Qué hace un prometedor ingeniero aeronáutico pilotando una investigación sobre las células madre? Manuel Gómez González, un ponferradino de 25 años que a los 23 ya había sacado de calle la carrera en la Universidad Politécnica de Madrid y contemplaba ante sí un espectacular futuro laboral, no acierta muy bien a explicarlo. Tal vez porque lo suyo no son las palabras, ni la elocuencia.
El caso es que le hizo un regate al mercado de trabajo y comenzó un doctorado. Un año después Manuel vive en La Jolla (Estados Unidos) tras ser seleccionado entre un grupo de veinte jóvenes investigadores que la Obra Social de Ibercaja beca en algunas de las más prestigiosas universidades del mundo.
«Comencé a informarme y me ofrecieron venirme a la Universidad de California, San Diego, con dos profesores del departamento de Mecánica e Ingeniería Aeroespacial, Juan Carlos del Álamo y Juan Lasheras. Ellos dos, al igual que muchos otros profesores del departamento, han decidido aplicar sus conocimientos sobre mecánica de fluidos, elasticidad, y otros campos de la ingeniería a la Bioingeniería e investigación Biomédica», comenta a este periódico.
El propósito de su trabajo investigador es aplicar los conocimientos físicos y matemáticos de la aeronáutica a la bioingeniería. En particular al campo del movimiento celular y a la microrreología celular. Ahora está centrado en el estudio del movimiento de las células, en las fuerzas que ejercen sobre el medio. «Es algo muy importante», confiesa entusiasmado. «Porque muchas de las células del cuerpo, como los glóbulos blancos, están en continuo movimiento, y otras, como las células cancerosas, se desplazan de unas partes a otras del cuerpo, y es importante saber cómo lo hacen para evitar que infecten otros órganos».
Pero aún se apasiona más al referirse a la microrreología. «Se
trata de estudiar la dureza, elasticidad, y otras propiedades de las células, cómo varía su interior cuando se mueven, etcétera. Esto es muy importante, por ejemplo, en las células madre -”enfatiza-”. Se conoce que si se ponen dos células madre iguales sobre dos superficies distintas con distinta dureza, estas se diferencian en células especializadas diferentes, o por ejemplo en los vasos sanguíneos, que según cómo sea tu circulación, las células de unas partes serán distintas que las de otras».
Apasionante biología. Manuel se confiesa algo abrumado por el cambio espectacular que supone pasar de la aeronáutica a un campo tan ligado a la biología, algo que hasta ahora le resultaba una rama bastante desconocida. Seguramente no imaginaba la existencia de un mundo ni parecido cuando jugaba de niño en el barrio de Cuatrovientos, donde nació y estudió en el colegio Jesús Maestro. Ni tan siquiera cuando a los 15 años se trasladó con sus padres a la localidad de Otero y poco antes empezara el instituto en el Álvaro de Mendaña.
En Ponferrada ha parado poco. A los 18 se fue a Madrid a la Politécnica y seis años después está en San Diego, en La Jolla, que es una ciudad residencial ligada a la Universidad de California, muy distinta desde luego de cualquier urbe española.
Y por ahora esta promesa de la investigación, y con la que está cayendo en España, lo que tiene muy claro es que sus próximos cuatro o cinco años los va a consagrar a este peculiar doctorado en el estudio de las propiedades mecánicas del endotelio vascular y su adaptación al flujo sanguíneo.
«En la universidad hay un montón de gente de todas partes del mundo, entre ellos varios españoles. Además, tengo que ir a clases que son en inglés, así que espero haber mejorado también mi inglés cuando vuelva a casa», comenta.
Claro que echa de menos Ponferrada, Otero, Madrid... Pero se consuela. «Aquí hay unas playas preciosas y los fines de semana de todo el verano hemos disfrutado de ellas. Pero en esta zona, por ejemplo, no hay tiendas como en España, que puedes bajarte a la calle y tienes cerca la panadería o la frutería. Hay que ir a centros comerciales, y es necesario tener coche para ir a cualquier lado. En la parte del centro de San Diego es muy distinto, hay mucha más vida, y se parece más a lo que yo conozco», se consuela con tono agridulce.
Síndrome del jamón. Lo que peor lleva, sin medias tintas, es la distancia física -”11.000 kilómetros mediante-” con su familia y con sus amigos que se han quedado en España. ¿Y la comida? Indudablemente. «Aquí todo es muy distinto y desde luego no te puedes comer un jamón en condiciones», se relame.
Pero todo sea por descifrar los secretos del «baile» de las células madre. «La verdad es que he conocido a gente muy maja y amistosa. Y todos estamos en las mismas condiciones. Nos encontramos muy lejos de casa».